jueves, 5 de junio de 2008

Parte I : "Octavio y Una Persecusión de Dos Horas", capítulo V, del Libro "Cerro Pílán: Una Carretera de Ovnis"


V
Descendimos en uno de los bordes de la plazoleta de Palo Blanco que era un amplio terral con dos arcos de fútbol en sus fronteras. Los límites del amplio terral eran las humildes casas amorfas que apenas eran bañadas por el pobre resplandor de tres postes de alumbrado eléctrico que estaban, con descuido, dispersos en la amplitud de ese lugar. La mototaxi quedó allí plantada, deslucida y silente, y así de estupefactos quedamos nosotros ante ese escenario sin significado alguno.- ¿Dónde es? – le pregunté a Francis, desconcertado.- Aquí mismo – respondió siendo cortado por un bostezo, se frotó ambas manos y se recostó adormilado contra su nave.- ¿Aquíííí?- Sí, desde aquí la gente miraba el espectáculo.Me adelanté en medio de todo el frio, auscultando el fondo del terral donde la noche era más cerrada, y adiviné el perfil de las colinas en penumbras y sin ninguna señal... volví y les di el encuentro al Rusito y a César que no habían avanzado ni un pie desde que descendieron, adoleciendo con toda inamovilidad. Octavio hablaba en voz baja con Francis y percibí, como en un susurro, que le reclamaba algo.- ¿Quién me acompaña?- rompí el hielo.César se frotó las manos y se despabiló desde adentro de su frialdad, observé al Rusito dar unos pasos y a Octavio medio dudar al avanzar; mientras Francis se acurrucaba dentro de la mototaxi, cuyo único asiento ahora le servía de cama.El Rusito llevaba su “androide”, un teléfono celular que le había sido devuelto mutilado por un amigo de la Facultad, a quien se lo prestó para una fuga hacia la capital a causa de problemas paterno – filiales, y que había perdido la totalidad de su capa externa, incluyendo las teclas numéricas, por lo que había que marcar unos botones transparentes y enigmáticos si había que hacer una llamada, luchando contra la ceguera y al amparo de una luz violeta potentísima. Así, ayudados por la luz violácea que encendía los contornos intensamente, nos adentramos en el terreno multiforme de Palo Blanco: casas en promontorios y ensenadas repentinas que debíamos sortear para alcanzar el amplio monte. Quizá en aquella soledad de los campos, podríamos hallar algo.Y no encontramos nada más que la inmensidad silente de los bosques y el cielo condensado de estrellas como su fulgurante cómplice. No había otra alternativa más sino volver a nuestra nave y enrumbarnos a Piura “La Vieja”, donde las noticias esporádicas y hasta un adscrito de la Fuerza Aérea, investigador de la oficina de Estudios de Fenómenos Aéreos No Identificados, proclamaban que era el epicentro de los misteriosos avistamientos.- Octavio – levanté un poco la voz, pues volviendo del bosque era el que raudamente había alcanzado ya la protección adormilada de la mototaxi- Despierta a Francis, que nos vamos a Piura “La Vieja”.- Ok, teacher- lo oigo y veo como agita la nave.Nos despedíamos de Palo Blanco sin novedad alguna. El lugar no había estado en agenda. Desde que por vez primera oí sobre los avistamientos en el programa de Chinín Saucedo, en el que se presentaron a dar sus testimonios algunos ex – pilotos de la Fuerza Aérea, acerca de sus experiencias con naves no identificadas y que habían intervenido sus vuelos de rutina, el destino anhelado había sido: Piura “La Vieja”; pero el fin de semana anterior a nuestro viaje un diario de la localidad había publicado en primera plana ,dos días seguidos, sobre la aparición prolífica de luces danzantes y acrobáticas en un caserío alejado de Chulucanas, a donde la gente estaba yendo en caravanas. Pero para nosotros sólo hubo un escenario vacío y escandalizado por el ladrido de los perros, en medio de la gélida noche.
*
- Mira la estrella, la del camino- alzó el índice el Rusito y todos dirigimos la vista a la altitud del cielo.Y allí estaba la estrella que nos había guardado el trayecto, sola y omnipresente en la cavidad de la noche. La observé por un instante y parpadeó…entonces se encendió totalmente de verde.- ¿Vieron eso?- gritó Octavio, y sin demoras el astro se envolvió de un halo rojo.- ¡Puta, que es eso! – despertó el Rusito de su pasividad de años.E instantáneamente se tornó de azul.- Es un planeta- César nos tranquilizó.Nos quedamos consultando a la enorme estrella sobre el repentino cambio de sus colores, cuando de pronto la vimos caer pesadamente. Con suma velocidad, luego, se elevó al costado de su posición delineando una “U”. Con excesiva rapidez, entonces, se reubicó en su lugar de origen, desapareciendo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario