De izquierda a derecha: Liliana Ruiz, Luis Vásquez, Ángel Cueva y Otto Seminario
Buenas Noches, a todos los presentes: al Presidente Ejecutivo del ICPNA- Región Grau, Licenciado Ángel Cueva Quezada, a los miembros del Directorio de esta Institución, a mis colegas presentes, a mis amigos y al público en general. En esta noche donde, quizá, abundarán las preguntas, lo más indicado será empezar absolviendo la más comprensible: ¿Qué hace que alguien, que pretendía escribir poesía, de pronto, cambie de rumbo, se aboque a investigar “ovnis” y después narre sus peripecias? La curiosidad por el conocimiento. Salvando las diferencias, quisiera dar algunos ejemplos para ilustrar la respuesta: a Herodoto, el insigne investigador griego, también lo consumía la curiosidad cuando se aventuraba en el territorio de los faraones, y así mismo era alentado por un sentido de responsabilidad intelectual cuando era conminado a atestiguar y después a dar a conocer a sus conciudadanos sobre las costumbres y vivencias de los exóticos egipcios. No se necesita de mucho esfuerzo para imaginar la sorpresa e incredulidad con la que los ciudadanos griegos deben haberse enterado de los reportes del historiador, sobre las celebraciones orgiásticas en el país del Nilo, o por ejemplo de su costumbre de criar cocodrilos para travestirlos. Un parangón pero en el lado más incontrolable y hasta suicida de la naturaleza humana, lo constituyen, sin dudas, ese trio de locos esplendorosos, los neoyorkinos: Port, Kit y Tunner, personajes de “The Sheltering Sky” (El Cielo Protector) del novelista Paul Bowles, quienes cercados por sus propios cuestionamientos sentimentales y apremios adúlteros se internan más y cada vez más dentro de las incendiarias arenas del Sahara espejístico, con ansias de absolución que sólo la demencia o la muerte pueden lograr. Cómo obviar a esos dos aventureros de la “Casa Verde” de Vargas Llosa, Aquilino y Fushía, quienes poseídos por la avaricia y las buenas ganancias del comercio ilegal del caucho viajan enfebrecidamente por la Amazonia Peruana, hasta que uno de ellos, el feroz e impune explotador de tribus selváticas: Fushía, es carcomido por la viruela y acaba sus últimos días en una isla remotísima del Amazonas, contando con melancólica desesperación las semanas y meses que deberán transcurrir para que su antiguo socio , Aquilino, vuelva a saludarlo aunque sea desde lejos para no ser infectado. Hay una línea que zurce a todas estas historias, un zurcido disimulado pero efectivo, y que se canaliza gracias a la curiosidad genuina y al ánimo indesmayable del ser humano por trascender su realidad consabida, impulsándolo a conquistar novísimos territorios, hasta ese entonces e incluso hasta mucho tiempo después, insospechados para sus contemporáneos. Enfrentar la propia incredulidad es su consigna, pero nutrido por un espíritu inquieto por el conocimiento no hay límite que no se le doblegue al aventurero, no hay nada más certero contra el desconocimiento: abordar la realidad que no es aparente, la realidad que se diluye y la que aún no es dada por cierta. No se puede uno oponer al desconocimiento desde el escritorio de una oficina, o desde un cargo académico y mucho menos desde el título nobiliario que nos confieren las humanidades o las ciencias. Eso equivaldría a dar sólo por sentado las paredes que nos rodean y el emplaste que las reviste de la tonalidad de nuestra preferencia. Equivaldría a comenzar el día sobre el teclado alfabético de la computadora y acabar adormecido por la exacta contabilidad de nuestras cuentas mensuales. La ciencia, el conocimiento, necesitan de verdaderos soldados, como aquellos seres que intemporalmente deambulan por las obras de Franz Kafka, que con estoica paciencia persisten e insisten sobre las puertas que cronometradamente se les cierran ante sus propias narices. Es entonces que he elegido la forma novelesca para dar a conocer mis investigaciones y experiencias sobre el fenómeno “ovni” en Chulucanas, pues las historias que contienen mi libro: “Cerro Pilán, Una Carretera de Ovnis” está poblado por ciudadanos comunes de este querida ciudad que nos cobija, Piura, ciudadanos que dejando a un lado sus habitualidades cognoscitivas, se han dado un tiempo y han arriesgado sus consciencias al acercarse a un fenómeno que no sólo resulta ser apasionante sino sobretodo riesgoso por su imprevisibilidad y rareza. Ciudadanos, a quienes alienta ese espíritu indomable que los lanza a la conquista de los misterios, sin que los frenen las simples apariencias o los multiplicados descréditos. Ciudadanos como Uds. que nos acompañan esta noche, pues su presencia prueba que nos une el mismo temple, entregados a un único consuelo: el alcance de la verdad. Gracias. Agradecimientos, Agradezco a mi querido padre, por haber sido el lado más previsible durante todo este tiempo, por haberme acompañado con sus oraciones. Agradezco a mi queridísima madre, por hacer de tripas corazón y seguir soportando mis correrías en Chulucanas. Agradezco a Johnny Reyes, mi guía oficial del fenómeno, quien me enseñó los caminos y secretos de las colinas de Piura “La Vieja” y sobretodo por haberme ayudado a alcanzar la cima del “Pilán”. Agradezco a los que me han acompañado en esta aventura y han colaborado en mis investigaciones y que esta noche están aquí presentes para dar su testimonio: Frank Octavio Sánchez, José Manuel Arbaiza, y Doña Rosa Rondoy. Agradezco a Don Luis Chaparro Frías, flamante Director de Cultura del ICPNA-Región Grau, por haberme recibido en sus oficinas reiteradamente y haber logrado que esta historia pase a la imprenta rápidamente. Dedicatoria, Este libro esta dedicado a Don Ángel Cueva Quezada pues, y aquí debo ser un poco infidente, vine a Piura a trabajar en una Universidad; pero desde la primera vez que tuve inconvenientes allí y luego cuando dejé de laborar en sus aulas, Don Ángel Cueva no sólo me brindó la oportunidad de trabajo sino que me facilitó de esa manera la estadía en estas tierras. Una estadía que me ha servido de base para iniciar y seguir estas investigaciones. Dedico este libro a Don Ángel Cueva Quezada porque, dejando de ser mi jefe, es un hombre de espíritu inquieto y de una lucidez intelectual que admiro y agradezco, pues ha podido comprender mis inquietudes creativas y por lo cual lo considero como a un Padre. Muchas gracias.
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